Blog destinado al Arte y la Literatura, taller de escritura por Internet. Publicacion de obras.

Wednesday, July 04, 2007

Infinitud
Te convido con mis pájaros que resucitan
la luz en sus alas.
Merezco la lucidez del relámpago
cuando arrecia sobre nubes de madera.
Merezco ser pasaje no pisadas bajo las carretas del cansancio.
Ser torre, sombra del saucedal que agiganta el parloteo
sometido de las hojas.
Merezco ser tupida selva y alta montaña,
cauce del torrente que acopia aleaciones profundas.
Merezco ser...
Camino insaciable, un átomo de pureza,
el vértigo en los retoños, crujido eternal.
Alcanzo nacer y nazco, una vez, otra, cien veces,
en la piel del hollado soto;
en los brazos del río,
en la fuente de la acequia.
Primavera, virtud, enseñanza,
iluminación del bosque profundo.
Paso y me quedo;
merezco gritar, susurrar mi esencia,
de viento escondido en ansias de acariciar
la vida infinita que nos acomete.
Te convido mis hijos que emergen en metáforas
que se hacen hombres,
caminos, dicha, sabiduría de montaña en la entrega.
Soy esos pájaros en la infinitud.
La búsqueda

Mañana seré un puñado de polvo...
Implacable los relinchos del tiempo que nos asisten.
Sofocado de señales marcho al monte donde me vulnera
la sombra de los cipreses, ilumina la fosforescencia
del silencio del saucedal.
Mueve el viento sus almas de cenizas;
el junco en estirpe, no se quiebra cuando gimen
sus manos de helecho sobre la savia derramada.
Ahogado de deleite marcho a la ciudad,
sueltan los colmillos de los perros.
La cacería hace fiesta y tira de los jirones
quedando mis gruñidos al descubierto.
Regresa el hombre, parte la bestia.
Mis gritos son monosílabos de augurio.
En Asalto mi carne de tronco rugoso,
de pueblo desierto, de ciénaga sudada.
Mi lengua humedece un galope de luz
en la hondonada de la soledad.
Que las piedras arrecien sobre mi cabeza
y brote de mi ánimo la estirpe.
No necesito del nirvana para contener
las fieras del légamo humano.
Mi boca declama plegaria abundante de bienes,
mi espíritu blasfema pájaros caídos en vuelo.
La fosa tendida bajo mis pies para contener la codicia
del heredado de los parásitos.
Me tanteo el alma en los pliegues del engaño
que se acrecienta.
Mañana partiré a la cumbre,
seré un puñado de polvo esplendente
conquistado por un oasis de vanidad y soberbia.
Camino con los brazos tendidos, los oídos francos,
la voz dadivosa, los vastos ojos;
por si dios me quiere hacer tangible a sus eternales párpados.
(Soy el ensueño de un creador lánguido que canta mi muerte
precipitada bajo los pies desnudos de la nada).
Mañana seré un puñado de polvo.
Mañana...
Polvo...
Puñado...
Sueño de los pájaros

Si hubieras estado más cerca de la pena sosteniendo mi cadáver
que besaba la tierra de lo que hubo y vendrá.
No sería una piedra cansada entre otras piedras
que miran sin mirar el vértigo de la Ciudad Santa,
donde los pájaros se sientan sobre el escabel.
Hambrientos, descalzos, agotados de penitencias
y exasperados de cantar.
Detenerse ante la puerta del Templo para implorar
el reino del silencio.
La fiera en acecho que se arremete en el circo de las miserias.
Vestirse de humano bajo desnudas sospechas en el balido de los misiles.
Un paso de la danza que nos acoge en un pánico de vértebras
sumergidas en las cuencas de los ojos angurrientos
de resurrección de la esperanza.
Una brisa noble nos acomete.
Me rasgo las vestiduras, mi alma ha vencido al dolor...
Enterrado entre escombros de hojas muertas,
inclinando mi cabeza te doy mi espíritu,
la pena de la heredad para abrazarnos
en un suspiro de bálsamo.
Calma, los hermanos se han reconocido:
Palestina recibe a Sión.
Ciudad Santa, entremos por la puerta ancha.
La mezquita del Qumram sostiene su equlibrio.
Gorriones vencidos con alas quietas se adormecen
y sueñan con plegarias como puñales de amor tangibles al alma.

Sueño, bordas mi espejismo en la gruta del deseo.
(El soñar, a veces complace al espíritu).

De la Creación

El desierto son los ojos con que miran
mi cáscara de animal abatido.
Brincar con las langostas la búsqueda
de un dios con cara de pez y lengua de murciélagos.
Porque fui el Moisés de mis lagrimas,
el Jehová de los céfiros.
La intemperie de mis creencias vencidas
al final de la cosecha.
Un tatuado cristo de las espinas que vencieron el tiempo
o la transfiguración de mi credo bullente.
Búsqueda o vómito que bebí de los labios de colibríes
y galápagos de un mar salobre.
No me encontré a mí mismo en el ayuno
de mis abstinencias de los deseos de la carne flagelada.
Ni encontré al creyente de las Buenas Nuevas.
Tan sólo un hueco augural de lo venidero
en el conjuro de saltamontes justos y beatos.
Hormigas que rezan al muro en el petitorio
de un día más para meditar
Cómo se hace para no entregarse al duelo de los vientos.
Cuando Dios nos cierra
sus parpados
y llora.

Plaza Francia

(dedicado a Clepsidra)

Al filo de una Gillette las venas de tu corazón.
Escribir en tu cuaderno las posibles luxaciones del alma.
No huir sino en el instante mismo que las cenizas arden tu inocencia,
Días inauditos con el pudor a cuestas,
el fantasma de una mentira nos persigue.
Si vas a perdonarme que sea en el resquicio del ayer.
Ya no la persuasión de las calles ni la gravidez del otoño en los cipreses,
-es el prodigio que regresa por su hijo bastardo-
.A la luz permisiva la estancia de mis párpados,
también se puede decir adiós el día menos pensado
y amar en Plaza Francia.

Gustavo Rubens Agüero
Poeta y escritor Argentino
Poema III

Qué somos los hombres, sino un reloj de agua y arena
lanzado a la inmensidad de la duda y el espanto.
Qué somos los poetas, sino esa savia que ondula cariñosa
en la fibra de las palabras cuando maduran el poema.
Enviones de protesta a nuestras raíces de impotencia.
Se eleva la voz en murmullos de lluvia que moja con caricias.
O cuando el grito abraza una causa justa que nos absorbe
en letanías mudas que nadie escucha, o casi nadie…
Nos acomete la locura y volamos en mundos ficticios
sabiendo que se nace varias veces en la escritura
y se muere otras tantas arrodillado ante la belleza,
la utopía y verdad engendradas en las entrañas de la tierra.
Somos esas bestias que se alivian paciendo en la hoja del manuscrito.
No nos hace más ricos, ni famosos ni siquiera eternos;
pero nos acercamos un algo a los dioses.
En nuestro olimpo de biblioteca en la alquimia de los antiguos
con cabeza de minotauro futuro,
y somos nuestra piedra filosofal, el secreto de la juventud
y de la dicha.
Si tenemos que vestirnos de corderos para crear al pastor,
de saltimbanqui Buda o Macabeo; todos somos y ninguno,
es el efecto histérico de la obsesión por vivir todas las vidas
en una que valga la pena…
La de trovadores fugitivos en el juego de barajar conceptos,
ideas y metáforas sedientas.
No hay nada que no sea posible bajo nuestra poesis,
un día somos la victima y otro el asesino;
todos bajo un ápice de piedad que da la pluma.
Nos hacen más piadosos con el capricho de buscarnos
revolviendo saldos que dejaron los grandes maestros
poniéndonos a contar los instantes de dicha, angustia
y tribulación de los hombres en la existencia.
Qué somos los poetas sino un puñado de poemas
lanzados al universo en la altura del hombre.

Tuesday, July 03, 2007

Poema I

Quisiera un poema que ingrese a las entrañas,
allí donde perdura el abismo.
Donde nos reconocemos hombres en cabriolas de injusticias.
Donde la lágrima pidiese un manantial que cobijase su orfandad cristalina.
¿Has visto? /Cómo se ha oscurecido la moneda en nuestras pupilas...
Ya no se valora al amigo, ni al asombro del existir...
Un popurrí de esqueletos maduros sonríen patéticos en las calles.
Habita el mutismo del puñal por la espalda.
Nadie tiene nombre ni se reconoce,
ni se acercan a preguntar la hora de su muerte.
La han colgado de un estante (que se seque, hasta que pare de llover
la miseria escondida en las extinciones de la nada).
Estarán difuntos esos amantes que se besan,
no miran dentro aunque juntos suspiran,
ni se besan los pescaditos, ni saltan los colibríes el amor del sexo que se acaba
por tensión de algún aguafiestas.
Ya las amapolas poco florecen y apenas la primavera se enamora...
Ya no hay príncipes ni princesas, los cuentos se han terminado.
La vida pareciera estar muerta, como cansada, vieja.
Va sola la muerte...
Quisiera un poema que apague la memoria de los difuntos,
que me cobije esta ausencia que reclama futura tierra bajo las yemas.
Un poema que perdure en distancias y los tiempos,
el derrotismo de esta vida que se escapa hecha un mandala de espejismos.
Sólo un poema quisiera, donde quede grabado mi nombre;
anónimo y eterno como el viento que nos acaricia...

Posted by Marcela Vanmak at
11:33 AM 0 comments