
'Poema desde el espanto'
Cuando estás en un pozo
te das cuentade que la muerte
entra por los lados.
Que la vida es una obra abierta.
Que no besaste lo suficiente ni abrazaste bastante.
Que no dijiste sabiamente
amor ni has dado tantas veces la mano
como te lo han requerido.
Cuando se cuela el dolor por los poros,
respiras hondo y descubres el peso
de tu ego en los pulmones.
La ausencia hecha corazón en un nudo ciego.
Que la tristeza es una compañera fiel en tu sombra amarga.
No, no has dado demasiado...
Si te quedan las carnes, los huesos y los ojos
sin dar testimonio de lo vivido.
No le has convidado un plato caliente al peregrino,
ni has caminado con el dolor de las raíces,
ni con las risas de las flores;
no te abrazaste al árbol.
No te posaste bajo las estrellas cuando
desploman deseos futuros.
No has amanecido los crepúsculos
mirando el horizonte.
No has amado al Hombre,
ni danzado con niños,
ni siquiera escribiste un buen poema.
Nada de nada, desnudo en todo...
Cuando la muerte llega
de una u otra forma te enseña:
que la vida hay que darla a quien
la reclame en la ternura,
en la palabra amable o en solicitud desprendida.
Si no ella te echa un vistazo
y te iguala sin haber encontrado
al amigo verdadero,
ni amado al mundo suficiente,
ni ganado la batalla.
Y te vas con los bolsillos
llenos de guijarros,
de puñales vanos,
lagañas en los cristales.
Banalidades todas bajo las uñas.
Inversamente,
cuando la muerte llega muda de reproches:
El corazón es un oasis donde todos beben
del almíbar servido en cóncavas manos
gastadas ya de acaricias dadas así a la vida.
Entonces te duermes en sus brazos
Como en una madre.
Marcela Vanmak
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