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Wednesday, May 30, 2007

Marcos en Alejandria

Marcos en Alejandría


Viento liminar a "Marcos en Alejandría":

Más acá de las conjeturas acerca de si su casa fue aquella donde los apóstoles recibieron al Espíritu bajo lenguas de fuego, o de si su cuerpo conoció en los primeros años las costumbres del ocio, pienso en un San Marcos -anciano de los días- conversando con un San Marcos que, por momentos, cree transfigurarse en el Cristo.
Los esplendores y la furia de la memoria, esa madre incestuosa de los hombres, vuelven una y otra vez como llagas. El discípulo de discípulos, el autor del primero de los evangelios sinópticos, el que llega a cortarse alguno de sus dedos para romper definitivamente con la antigua religión (de allí el epíteto de "mutilado"), el valeroso viajero por las muchedumbres que puede contener la soledad, se compara a sí mismo con un hijo del caído.
Imaginé para él, trasvasado desde la niñez por el fuego, una muerte a través del fuego. ¿Pero no es el Espíritu un rabioso fuego que consume?




Llego desde la lluvia del regocijo al mundo de traidores.
Duele mi herida de Caín
aun cuando entrego mi casa, mi manto blasfemado
y el pan que estaba en el principio.
¿Cómo lamer en los contornos del cielo de su sangre?
¿Por qué la travesía?
¿En qué ápice vertiginoso
unirás por fin las soledades que han sido y serán
como hierba sacrificada al viento?
Nada heredamos de este lado.
No te acuestes
ni te goces siquiera por la herida.
Velarás sobre la incertidumbre que falsea
al coronado de lastimaduras.
De suavísima semilla cavas temblor
para transfigurarte de nuevo.
¿Acaso no pronunciaste en plena oscuridad
el sembrador es el que siembra la palabra?
Viviente, séoslo.
El martillo duele puñal de éxtasis.
Mutilado y león, séanlo.
Dije la sombra de las palabras del Reino,
porque una boca humana sólo puede decir sombras.
Bebí la maravilla, bebí el horror.
El espíritu me impulsó al desierto
y comí de langostas y mieles blanquísimas,
clamando a viva voz por su presencia.
¡El descarnado golpea en la renuncia!
¡Quema!
Ahora espero la profanación de esta piel
-inmunda superficie, cárcel saqueada-
como el gadareno llamado Legión
porque era muchos.
Las barcas pasan de una orilla a la otra.
El sacrificio es la ley.
Sube el olor a carne quemada.
Que sople la piedad entre los cuervos.


Manuel Lozano

1 comment:

Marcela Vanmak said...

Manuel Lozano:
La excelencia de tu pluma y tu pensamiento de artesano de las imagenes poeticas contribuyen a mi blog que se viste de fiesta al celebrarte.
Marcela Vanmak