Infinitud
Te convido con mis pájaros que resucitan
la luz en sus alas.
Merezco la lucidez del relámpago
cuando arrecia sobre nubes de madera.
Merezco ser pasaje no pisadas bajo las carretas del cansancio.
Ser torre, sombra del saucedal que agiganta el parloteo
sometido de las hojas.
Merezco ser tupida selva y alta montaña,
cauce del torrente que acopia aleaciones profundas.
Merezco ser...
Camino insaciable, un átomo de pureza,
el vértigo en los retoños, crujido eternal.
Alcanzo nacer y nazco, una vez, otra, cien veces,
en la piel del hollado soto;
en los brazos del río,
en la fuente de la acequia.
Primavera, virtud, enseñanza,
iluminación del bosque profundo.
Paso y me quedo;
merezco gritar, susurrar mi esencia,
de viento escondido en ansias de acariciar
la vida infinita que nos acomete.
Te convido mis hijos que emergen en metáforas
que se hacen hombres,
caminos, dicha, sabiduría de montaña en la entrega.
Soy esos pájaros en la infinitud.
LA CLEPSIDRA DE MARCELA VANMAK
Blog destinado al Arte y la Literatura, taller de escritura por Internet. Publicacion de obras.
Wednesday, July 04, 2007
La búsqueda
Mañana seré un puñado de polvo...
Implacable los relinchos del tiempo que nos asisten.
Sofocado de señales marcho al monte donde me vulnera
la sombra de los cipreses, ilumina la fosforescencia
del silencio del saucedal.
Mueve el viento sus almas de cenizas;
el junco en estirpe, no se quiebra cuando gimen
sus manos de helecho sobre la savia derramada.
Ahogado de deleite marcho a la ciudad,
sueltan los colmillos de los perros.
La cacería hace fiesta y tira de los jirones
quedando mis gruñidos al descubierto.
Regresa el hombre, parte la bestia.
Mis gritos son monosílabos de augurio.
En Asalto mi carne de tronco rugoso,
de pueblo desierto, de ciénaga sudada.
Mi lengua humedece un galope de luz
en la hondonada de la soledad.
Que las piedras arrecien sobre mi cabeza
y brote de mi ánimo la estirpe.
No necesito del nirvana para contener
las fieras del légamo humano.
Mi boca declama plegaria abundante de bienes,
mi espíritu blasfema pájaros caídos en vuelo.
La fosa tendida bajo mis pies para contener la codicia
del heredado de los parásitos.
Me tanteo el alma en los pliegues del engaño
que se acrecienta.
Mañana partiré a la cumbre,
seré un puñado de polvo esplendente
conquistado por un oasis de vanidad y soberbia.
Camino con los brazos tendidos, los oídos francos,
la voz dadivosa, los vastos ojos;
por si dios me quiere hacer tangible a sus eternales párpados.
(Soy el ensueño de un creador lánguido que canta mi muerte
precipitada bajo los pies desnudos de la nada).
Mañana seré un puñado de polvo.
Mañana...
Polvo...
Puñado...
Mañana seré un puñado de polvo...
Implacable los relinchos del tiempo que nos asisten.
Sofocado de señales marcho al monte donde me vulnera
la sombra de los cipreses, ilumina la fosforescencia
del silencio del saucedal.
Mueve el viento sus almas de cenizas;
el junco en estirpe, no se quiebra cuando gimen
sus manos de helecho sobre la savia derramada.
Ahogado de deleite marcho a la ciudad,
sueltan los colmillos de los perros.
La cacería hace fiesta y tira de los jirones
quedando mis gruñidos al descubierto.
Regresa el hombre, parte la bestia.
Mis gritos son monosílabos de augurio.
En Asalto mi carne de tronco rugoso,
de pueblo desierto, de ciénaga sudada.
Mi lengua humedece un galope de luz
en la hondonada de la soledad.
Que las piedras arrecien sobre mi cabeza
y brote de mi ánimo la estirpe.
No necesito del nirvana para contener
las fieras del légamo humano.
Mi boca declama plegaria abundante de bienes,
mi espíritu blasfema pájaros caídos en vuelo.
La fosa tendida bajo mis pies para contener la codicia
del heredado de los parásitos.
Me tanteo el alma en los pliegues del engaño
que se acrecienta.
Mañana partiré a la cumbre,
seré un puñado de polvo esplendente
conquistado por un oasis de vanidad y soberbia.
Camino con los brazos tendidos, los oídos francos,
la voz dadivosa, los vastos ojos;
por si dios me quiere hacer tangible a sus eternales párpados.
(Soy el ensueño de un creador lánguido que canta mi muerte
precipitada bajo los pies desnudos de la nada).
Mañana seré un puñado de polvo.
Mañana...
Polvo...
Puñado...
Sueño de los pájaros
Si hubieras estado más cerca de la pena sosteniendo mi cadáver
que besaba la tierra de lo que hubo y vendrá.
No sería una piedra cansada entre otras piedras
que miran sin mirar el vértigo de la Ciudad Santa,
donde los pájaros se sientan sobre el escabel.
Hambrientos, descalzos, agotados de penitencias
y exasperados de cantar.
Detenerse ante la puerta del Templo para implorar
el reino del silencio.
La fiera en acecho que se arremete en el circo de las miserias.
Vestirse de humano bajo desnudas sospechas en el balido de los misiles.
Un paso de la danza que nos acoge en un pánico de vértebras
sumergidas en las cuencas de los ojos angurrientos
de resurrección de la esperanza.
Una brisa noble nos acomete.
Me rasgo las vestiduras, mi alma ha vencido al dolor...
Enterrado entre escombros de hojas muertas,
inclinando mi cabeza te doy mi espíritu,
la pena de la heredad para abrazarnos
en un suspiro de bálsamo.
Calma, los hermanos se han reconocido:
Palestina recibe a Sión.
Ciudad Santa, entremos por la puerta ancha.
La mezquita del Qumram sostiene su equlibrio.
Gorriones vencidos con alas quietas se adormecen
y sueñan con plegarias como puñales de amor tangibles al alma.
Sueño, bordas mi espejismo en la gruta del deseo.
(El soñar, a veces complace al espíritu).
Si hubieras estado más cerca de la pena sosteniendo mi cadáver
que besaba la tierra de lo que hubo y vendrá.
No sería una piedra cansada entre otras piedras
que miran sin mirar el vértigo de la Ciudad Santa,
donde los pájaros se sientan sobre el escabel.
Hambrientos, descalzos, agotados de penitencias
y exasperados de cantar.
Detenerse ante la puerta del Templo para implorar
el reino del silencio.
La fiera en acecho que se arremete en el circo de las miserias.
Vestirse de humano bajo desnudas sospechas en el balido de los misiles.
Un paso de la danza que nos acoge en un pánico de vértebras
sumergidas en las cuencas de los ojos angurrientos
de resurrección de la esperanza.
Una brisa noble nos acomete.
Me rasgo las vestiduras, mi alma ha vencido al dolor...
Enterrado entre escombros de hojas muertas,
inclinando mi cabeza te doy mi espíritu,
la pena de la heredad para abrazarnos
en un suspiro de bálsamo.
Calma, los hermanos se han reconocido:
Palestina recibe a Sión.
Ciudad Santa, entremos por la puerta ancha.
La mezquita del Qumram sostiene su equlibrio.
Gorriones vencidos con alas quietas se adormecen
y sueñan con plegarias como puñales de amor tangibles al alma.
Sueño, bordas mi espejismo en la gruta del deseo.
(El soñar, a veces complace al espíritu).
De la Creación
El desierto son los ojos con que miran
mi cáscara de animal abatido.
Brincar con las langostas la búsqueda
de un dios con cara de pez y lengua de murciélagos.
Porque fui el Moisés de mis lagrimas,
el Jehová de los céfiros.
La intemperie de mis creencias vencidas
al final de la cosecha.
Un tatuado cristo de las espinas que vencieron el tiempo
o la transfiguración de mi credo bullente.
Búsqueda o vómito que bebí de los labios de colibríes
y galápagos de un mar salobre.
No me encontré a mí mismo en el ayuno
de mis abstinencias de los deseos de la carne flagelada.
Ni encontré al creyente de las Buenas Nuevas.
Tan sólo un hueco augural de lo venidero
en el conjuro de saltamontes justos y beatos.
Hormigas que rezan al muro en el petitorio
de un día más para meditar
Cómo se hace para no entregarse al duelo de los vientos.
Cuando Dios nos cierra
sus parpados
y llora.
Plaza Francia
(dedicado a Clepsidra)
Al filo de una Gillette las venas de tu corazón.
Escribir en tu cuaderno las posibles luxaciones del alma.
No huir sino en el instante mismo que las cenizas arden tu inocencia,
Días inauditos con el pudor a cuestas,
el fantasma de una mentira nos persigue.
Si vas a perdonarme que sea en el resquicio del ayer.
Ya no la persuasión de las calles ni la gravidez del otoño en los cipreses,
-es el prodigio que regresa por su hijo bastardo-
.A la luz permisiva la estancia de mis párpados,
también se puede decir adiós el día menos pensado
y amar en Plaza Francia.
Gustavo Rubens Agüero
Poeta y escritor Argentino
(dedicado a Clepsidra)
Al filo de una Gillette las venas de tu corazón.
Escribir en tu cuaderno las posibles luxaciones del alma.
No huir sino en el instante mismo que las cenizas arden tu inocencia,
Días inauditos con el pudor a cuestas,
el fantasma de una mentira nos persigue.
Si vas a perdonarme que sea en el resquicio del ayer.
Ya no la persuasión de las calles ni la gravidez del otoño en los cipreses,
-es el prodigio que regresa por su hijo bastardo-
.A la luz permisiva la estancia de mis párpados,
también se puede decir adiós el día menos pensado
y amar en Plaza Francia.
Gustavo Rubens Agüero
Poeta y escritor Argentino
Poema III
Qué somos los hombres, sino un reloj de agua y arena
lanzado a la inmensidad de la duda y el espanto.
Qué somos los poetas, sino esa savia que ondula cariñosa
en la fibra de las palabras cuando maduran el poema.
Enviones de protesta a nuestras raíces de impotencia.
Se eleva la voz en murmullos de lluvia que moja con caricias.
O cuando el grito abraza una causa justa que nos absorbe
en letanías mudas que nadie escucha, o casi nadie…
Nos acomete la locura y volamos en mundos ficticios
sabiendo que se nace varias veces en la escritura
y se muere otras tantas arrodillado ante la belleza,
la utopía y verdad engendradas en las entrañas de la tierra.
Somos esas bestias que se alivian paciendo en la hoja del manuscrito.
No nos hace más ricos, ni famosos ni siquiera eternos;
pero nos acercamos un algo a los dioses.
En nuestro olimpo de biblioteca en la alquimia de los antiguos
con cabeza de minotauro futuro,
y somos nuestra piedra filosofal, el secreto de la juventud
y de la dicha.
Si tenemos que vestirnos de corderos para crear al pastor,
de saltimbanqui Buda o Macabeo; todos somos y ninguno,
es el efecto histérico de la obsesión por vivir todas las vidas
en una que valga la pena…
La de trovadores fugitivos en el juego de barajar conceptos,
ideas y metáforas sedientas.
No hay nada que no sea posible bajo nuestra poesis,
un día somos la victima y otro el asesino;
todos bajo un ápice de piedad que da la pluma.
Nos hacen más piadosos con el capricho de buscarnos
revolviendo saldos que dejaron los grandes maestros
poniéndonos a contar los instantes de dicha, angustia
y tribulación de los hombres en la existencia.
Qué somos los poetas sino un puñado de poemas
lanzados al universo en la altura del hombre.
Qué somos los hombres, sino un reloj de agua y arena
lanzado a la inmensidad de la duda y el espanto.
Qué somos los poetas, sino esa savia que ondula cariñosa
en la fibra de las palabras cuando maduran el poema.
Enviones de protesta a nuestras raíces de impotencia.
Se eleva la voz en murmullos de lluvia que moja con caricias.
O cuando el grito abraza una causa justa que nos absorbe
en letanías mudas que nadie escucha, o casi nadie…
Nos acomete la locura y volamos en mundos ficticios
sabiendo que se nace varias veces en la escritura
y se muere otras tantas arrodillado ante la belleza,
la utopía y verdad engendradas en las entrañas de la tierra.
Somos esas bestias que se alivian paciendo en la hoja del manuscrito.
No nos hace más ricos, ni famosos ni siquiera eternos;
pero nos acercamos un algo a los dioses.
En nuestro olimpo de biblioteca en la alquimia de los antiguos
con cabeza de minotauro futuro,
y somos nuestra piedra filosofal, el secreto de la juventud
y de la dicha.
Si tenemos que vestirnos de corderos para crear al pastor,
de saltimbanqui Buda o Macabeo; todos somos y ninguno,
es el efecto histérico de la obsesión por vivir todas las vidas
en una que valga la pena…
La de trovadores fugitivos en el juego de barajar conceptos,
ideas y metáforas sedientas.
No hay nada que no sea posible bajo nuestra poesis,
un día somos la victima y otro el asesino;
todos bajo un ápice de piedad que da la pluma.
Nos hacen más piadosos con el capricho de buscarnos
revolviendo saldos que dejaron los grandes maestros
poniéndonos a contar los instantes de dicha, angustia
y tribulación de los hombres en la existencia.
Qué somos los poetas sino un puñado de poemas
lanzados al universo en la altura del hombre.
Tuesday, July 03, 2007
Poema I
Quisiera un poema que ingrese a las entrañas,
allí donde perdura el abismo.
Donde nos reconocemos hombres en cabriolas de injusticias.
Donde la lágrima pidiese un manantial que cobijase su orfandad cristalina.
¿Has visto? /Cómo se ha oscurecido la moneda en nuestras pupilas...
Ya no se valora al amigo, ni al asombro del existir...
Un popurrí de esqueletos maduros sonríen patéticos en las calles.
Habita el mutismo del puñal por la espalda.
Nadie tiene nombre ni se reconoce,
ni se acercan a preguntar la hora de su muerte.
La han colgado de un estante (que se seque, hasta que pare de llover
la miseria escondida en las extinciones de la nada).
Estarán difuntos esos amantes que se besan,
no miran dentro aunque juntos suspiran,
ni se besan los pescaditos, ni saltan los colibríes el amor del sexo que se acaba
por tensión de algún aguafiestas.
Ya las amapolas poco florecen y apenas la primavera se enamora...
Ya no hay príncipes ni princesas, los cuentos se han terminado.
La vida pareciera estar muerta, como cansada, vieja.
Va sola la muerte...
Quisiera un poema que apague la memoria de los difuntos,
que me cobije esta ausencia que reclama futura tierra bajo las yemas.
Un poema que perdure en distancias y los tiempos,
el derrotismo de esta vida que se escapa hecha un mandala de espejismos.
Sólo un poema quisiera, donde quede grabado mi nombre;
anónimo y eterno como el viento que nos acaricia...
Wednesday, June 27, 2007
Corresponsal en Israel del programa cultural del escritor
Manuel Lozano en Buenos Aires, Argentina:
'El Oro de los tigres': www.elorodelostigres.com.ar
Manuel Lozano en Buenos Aires, Argentina:
'El Oro de los tigres': www.elorodelostigres.com.ar
TODOS LOS JUEVES, a las 23 hs., por f.m. 97.9 -Radio Cultura, Buenos Aires-,
el escritor Manuel Lozano pone en el aire "EL ORO DE LOS TIGRES ,
un punto de intersección con todos los actores contemporáneos
de la cultura de Argentina y del mundo, invitándote a ser huésped
de esta "MANSIÓN DE TIGRITUD".
En ella no caben las cenizas, sino las ideas; allí la solemnidad se destierra,
dando lugar a la fuerza luminosa del juego y al coraje del talento.
un punto de intersección con todos los actores contemporáneos
de la cultura de Argentina y del mundo, invitándote a ser huésped
de esta "MANSIÓN DE TIGRITUD".
En ella no caben las cenizas, sino las ideas; allí la solemnidad se destierra,
dando lugar a la fuerza luminosa del juego y al coraje del talento.
Sabemos que en todos nosotros late o crece un principio aúreo de Tigritud:
es decir el salto,la grieta, la revelación, la palabra y el grito.
¡Atrévete a alcanzar lo inalcanzable'
¡Atrévete a alcanzar lo inalcanzable'
***
Tuesday, June 26, 2007
Lucha contra el Plagio
A todos los poetas y escritores que estén interesados en cuidar sus obras, a continuación transcribo un fragmento de una carta del escritor Luis E. Prieto, responsable de REMES, España.
'Hola: quiero informarte de un nuevo proyecto que acabo de comenzar y para el que te pido tu colaboración, tanto informativa como en presencia creativa: Formar parte de RED MUNDIAL DE ESCRITORES EN ESPAÑOL: REMES.
Lo puedes ver en http://www.redescritoresespa.com y conocer su filosofía, y sus objetivos de lucha contra el anonimato y el plagio'.
Si deseas aparecer en el Directorio de Escritores en Español, mándanos tu ficha actualizada, y por favor siguiendo LAS INSTRUCCIONES DE “CÓMO PARTICIPAR” y la ficha ejemplo.Gracias por el tiempo de leerme.
Saludos.Luis E. Prieto Co- responsable general.
Marcela Vanmak, Responsable de REMES, Israel.
Monday, June 25, 2007
El Hijo del Hombre
El Hijo del Hombre
‘A Manuel Lozano’
Que el Hijo del hombre sea el resplandor de la palabra
y la palabra sea de carne y su lengua un pueblo.
Porque el hombre es desvelo de la gloria:
se echa a andar con el cadáver a cuestas,
sin darle tregua saurios golpes y la avidez de triunfos.
Así, ruedan cicatrices mundanas en un agónico tiempo de clepsidra…
Que el pueblo sea reunido para proclamar la esencia del íntimo holocausto.
El corazón preparado al ungirse en el seno del enigma del bufón del paraíso.
Come del fruto y danza sus cenizas;
desvela resucitado demonio que le acecha,
hostiga y dándole tibios zarpazos de dicha,
anda…
O gime atribulado por compasivas raíces de aflicción.
Afrenta cuajados rayos de infortunio y ventura,
cadenas de llanto en letanías.
Se profana a sí mismo en su solitario devenir
y le aisla el trueno en el pensamiento esquivo.
Una noche o un día, lloverá sobre sus huesos la tierra
que lo acoge como una madre en su morada.
Y será acróbata que descansa sus armas de triunfante heraldo.
Las trompetas aullarán su designio con fuerza desde el horizonte,
que recibirán jadeante viajero;
que fue justo pueblo, revelado fervor,
feliz palabra en el vientre del ojo de su Eterno’.
Y su vida,
evocación de genes en la savia
que regresa en fecunda poiésis...
Marcela Vanmak
‘A Manuel Lozano’
Que el Hijo del hombre sea el resplandor de la palabra
y la palabra sea de carne y su lengua un pueblo.
Porque el hombre es desvelo de la gloria:
se echa a andar con el cadáver a cuestas,
sin darle tregua saurios golpes y la avidez de triunfos.
Así, ruedan cicatrices mundanas en un agónico tiempo de clepsidra…
Que el pueblo sea reunido para proclamar la esencia del íntimo holocausto.
El corazón preparado al ungirse en el seno del enigma del bufón del paraíso.
Come del fruto y danza sus cenizas;
desvela resucitado demonio que le acecha,
hostiga y dándole tibios zarpazos de dicha,
anda…
O gime atribulado por compasivas raíces de aflicción.
Afrenta cuajados rayos de infortunio y ventura,
cadenas de llanto en letanías.
Se profana a sí mismo en su solitario devenir
y le aisla el trueno en el pensamiento esquivo.
Una noche o un día, lloverá sobre sus huesos la tierra
que lo acoge como una madre en su morada.
Y será acróbata que descansa sus armas de triunfante heraldo.
Las trompetas aullarán su designio con fuerza desde el horizonte,
que recibirán jadeante viajero;
que fue justo pueblo, revelado fervor,
feliz palabra en el vientre del ojo de su Eterno’.
Y su vida,
evocación de genes en la savia
que regresa en fecunda poiésis...
Marcela Vanmak
Prólogo al Libro: 'Con el espíritu de las Musas', por Milagros Chiliberti
PRÓLOGO (fragmento).
La clave para entender un libro como el que ha llegado inesperadamente a mis manos, ha sido el hecho de haber podido ubicarme en la perspectiva existencial de cada uno de los autores: Marcela Vanmak y Alejo Urdaneta.El punto de partida en la construcción de este prólogo infiero haberlo encontrado en un aforismo que se desprende de la filosofía existencial de la escritora, cuando dice: “Cree en el poder de la palabra con el cual se puede abrazar otras existencias”…
De forma cierta, aunque no sé nada de poesía, porque científicamente, nunca se puede tener certeza de lo que no es ciencia sino subjetiva omnisciencia, por lo menos puedo afirmar que disfruto, muero y renazco en cada verso, con cada metáfora e imagen que cala mis sentidos.
El poemario 'Con el espíritu de las Musas fue escrito por M. Vanmak, A. Urdaneta, y se ha invitado a otros autores, de acuerdo al proyecto: La Clepsidra, que difunde textos de poetas en Lengua Castellana.
La clave para entender un libro como el que ha llegado inesperadamente a mis manos, ha sido el hecho de haber podido ubicarme en la perspectiva existencial de cada uno de los autores: Marcela Vanmak y Alejo Urdaneta.El punto de partida en la construcción de este prólogo infiero haberlo encontrado en un aforismo que se desprende de la filosofía existencial de la escritora, cuando dice: “Cree en el poder de la palabra con el cual se puede abrazar otras existencias”…
La correlación que parece haber construido Marcela Vanmak entre su vida y la poesía, es una particular forma de sublimación entre el deseo de alcanzar la luz de las estrellas, la duda de haber vivido siempre con esa luz y el temer perderla en aquellos momentos en que la añoranza se apodera de su alma. Cuando ella misma dice: “El sol, un guiño oblicuo en mi ventana”, pareciera que las musas se han convertido en sus cómplices para parcializarse en ese juego poético de desear vivir y temer a la nada, aunque ya se sienta casi atrapada en ella: “La nada trepará por mí/ polvo incendiario de bosques, / llamaradas de soles violetas/ en los mares de tus ojos.”Por intervalos la emoción y razón coexisten, rescatando el motivo que hace iluminar la poesía y con ella la vida misma: la pasión desbordada, encendida por el matiz del erotismo y la sublevación del ego:” La ciudad de tu cuerpo/ enciende mis luces, / apaga las renuncias. / Abre mi cáscara/ se come la esencia/ degusta la entrega. /Vence la ternura acuartelada/ de hembra que abdica toda pureza.”(…)” Soy la vida que te nace/ Soy la muerte que te entrega. / ¡Soy yo!...”
¿Qué relación puede establecerse entre Marcela Vanmak, Licenciada en Letras, poetisa argentina-israelí y mi persona? Las mismas musas que juegan con la inspiración de los poetas, despejando el cielo iluminado, mostrándonos las estrellas, fraguándolo con ambiguos celajes o dejando caer el manto de la noche… Las mismas que parecieron disfrutar ofreciéndonos un virtual encuentro en el camino entre Argentina, su patria, y Venezuela, la mía.
¿Qué relación puede establecerse entre Marcela Vanmak, Licenciada en Letras, poetisa argentina-israelí y mi persona? Las mismas musas que juegan con la inspiración de los poetas, despejando el cielo iluminado, mostrándonos las estrellas, fraguándolo con ambiguos celajes o dejando caer el manto de la noche… Las mismas que parecieron disfrutar ofreciéndonos un virtual encuentro en el camino entre Argentina, su patria, y Venezuela, la mía.
De forma cierta, aunque no sé nada de poesía, porque científicamente, nunca se puede tener certeza de lo que no es ciencia sino subjetiva omnisciencia, por lo menos puedo afirmar que disfruto, muero y renazco en cada verso, con cada metáfora e imagen que cala mis sentidos.
Confieso que me honra que la elaboración de este prólogo haya correspondido a mi persona, profesora de Literatura y aficionada a las bellas artes, y que a veces la vanidad humana también me hace sentir que soy ‘poeta’.Bienvenidos al interior de Marcela Vanmak, “donde el cielo y el mar se besan en un mismo encuentro”, (…) ‘’los clamores estallarán en versos de amor”. Donde el lector supera la barrera de ser contemplativo y asume ser participe de la vida, la duda, la verdad y la emoción que se sienten al leer cada una de sus líneas.
Milagros Chiliberti
El poemario 'Con el espíritu de las Musas fue escrito por M. Vanmak, A. Urdaneta, y se ha invitado a otros autores, de acuerdo al proyecto: La Clepsidra, que difunde textos de poetas en Lengua Castellana.
La Clepsidra (Novela)
‘La Clepsidra’
‘Aún no sabemos casi nada y queríamos adivinar esa palabra que no nos será revelada nunca’
Flaubert
Una lengua de luz traspasó el cristal de la ventana babeándole el rostro, se volteó de derecha a izquierda, pero no reconciliaba dormir: ¿debo escapar? –se preguntó a sí misma. Sin procurar respuesta, se levantó de la cama y dispuso darse una espumosa ducha refrigerante en el mar. Ante la presencia de las burbujas que contenían en su interior la nada. ¿Qué espera una mujer? ¿De sí misma, de la vida?
El Mar Rojo era una fruta desgranada por el sol. Acababa de conocer a un hombre que le impulsaría a la muerte, sin saberlo se volcó hacía él.
Cuando se conocieron, la confundió con una trotamundos; una libélula en salvaje libertad. Estaba en su mejor momento: había cobrado el sueldo de tres meses de asistente de una traductora y se disponía a obtener otro período de residencia en el lugar donde temporariamente vivía. Su estado de ánimo en mucho tiempo era felizmente estable. No debía nada a nadie -sólo el realizarse como mujer…
¿El reloj marcaría el instante del rasguño de la manecilla sobre su vientre? Después de todo era joven y agraciada…masculló para sí misma.
Regresó a la escritura como una manera de buscarse, o de escapar,-no lo sabía a ciencia cierta. ‘Un modo de escapar’: la frase se le impuso como un mantra iluminador en su espíritu, sin embargo sabía que no había nada de místico en ello, tal vez, un cambio de posición vital. Es lógico pensar que la mujer aguarda el amor a fin de que sirva como vía de realizarse, así el hombre persigue la muerte a modo de medición y enfrentamiento. Digamos, una cuestión de poder… ¿La mujer consagra su existencia al amor, digo el verdadero? El razonamiento le resultó caprichoso y lo dejó suspendido en su mente…
Quiso seguir escribiendo, se acercó a la ventana y el cielo era ahora, un libro de lectura magistral. Si sólo pudiera descifrarlo, dijo en un suspiro…
Era curioso el desdoblamiento: ¿creaba un ser novelado de sí mismo o era la realidad que se enfrentaba a ella gritándole su presencia? ¿Tendría que elegir entre la escritura o la vida como ya otros autores lo hiciesen? ¡Oh, el sumergirse en la escritura! Era la única cosa que le evitaba el pavor del sólo permanecer en una existencia insustancial…
Nació artista como se nace pájaro o lucero: ¿como advertírselo? Al señalarle su extraña profesión, -que era escritora-, él lanzó una sonrisa:
-¿Qué, escribes poemas en los rabos de tus clientes? ¿Dónde están tus libros?
- Sin haber creído escuchar bien: ¿qué clientes? le inquirió.
No hay diferencia entre el amor y la escritura: se da todo o se marcha uno para siempre. Le arrebatamos a la muerte un instante de dicha. La felicidad es posible mientras se intenta. Se renuncia a todo, se expulsa todo, enfermedad o herida abierta. El arte de la escritura: la verdad que se arroja se dispone en el papel sangrante. Se escribe con dolor, a veces con serenidad, pero eso no importa. Si no se escribe, se muere uno de glotonería…
Hablaba y sus pómulos se llenaban de un candido color durazno: El arte nace por los poros. He aquí el problema: siempre se está pariendo palabras…
Mas, él tenía razón, ¿dónde estaba el sentido? ¡Pequeño detalle, se le pasó, el sentido! Estaba todo afuera: en el aire, en el viento, en las aves. ¡Lo había dejado volar! No dejó que terminase, el joven moreno con cabeza de tocado turquesa que había conocido en Eilat, la interrumpió:
-No te esfuerces. Reconozco a los de tu especie. ¡Son todos locos! Conspiran contra el universo y le hieren. Este de por sí es bello. No se necesita que se le traduzca ni interprete: ¿Hay algo más perfecto que Alá? Le tomó con fuerza del brazo hacia el poniente, abrió la ventana del hotel Herodes de par en par y casi ofuscado, señaló el Mar Rojo:
-¿Has visto, has sentido el rugir del mar embravecido allá fuera? ¿Dime poeta, acaso existe algo más sublime que la tempestad?
Miró la imagen alucinada y cayó de rodillas conmovida. No tuvo fuerzas para decirle que dentro de ella alguien pedía que se le abriese la ventana. El silencio retumbó dentro de sí como en un atlántico olvidado. No sabía cuánto tiempo permaneció de rodillas, pero fue suficiente para que se diera cuenta que quizás estaba ante un dilema. Ella estaba allí, echándose una broma: jugando a ser la amante de un joven árabe. Había sobrevivido a muchas empresas vitales; su espíritu ¿seguiría intacto?... Pensó en la falacia de creerse eterna por el sofisma de que se trasciende en la escritura. ¿Acaso había descubierto alguna palabra fundamental? ¿Algún simple silogismo que valiera la pena? ¿Escribía por necesidad, vanidad o locura? No podía dejar de pensar, mientras braceaba en las aguas espumosas. El mar era tan infinito como los pensamientos, despiadado como el deseo...
‘Aún no sabemos casi nada y queríamos adivinar esa palabra que no nos será revelada nunca’
Flaubert
Una lengua de luz traspasó el cristal de la ventana babeándole el rostro, se volteó de derecha a izquierda, pero no reconciliaba dormir: ¿debo escapar? –se preguntó a sí misma. Sin procurar respuesta, se levantó de la cama y dispuso darse una espumosa ducha refrigerante en el mar. Ante la presencia de las burbujas que contenían en su interior la nada. ¿Qué espera una mujer? ¿De sí misma, de la vida?
El Mar Rojo era una fruta desgranada por el sol. Acababa de conocer a un hombre que le impulsaría a la muerte, sin saberlo se volcó hacía él.
Cuando se conocieron, la confundió con una trotamundos; una libélula en salvaje libertad. Estaba en su mejor momento: había cobrado el sueldo de tres meses de asistente de una traductora y se disponía a obtener otro período de residencia en el lugar donde temporariamente vivía. Su estado de ánimo en mucho tiempo era felizmente estable. No debía nada a nadie -sólo el realizarse como mujer…
¿El reloj marcaría el instante del rasguño de la manecilla sobre su vientre? Después de todo era joven y agraciada…masculló para sí misma.
Regresó a la escritura como una manera de buscarse, o de escapar,-no lo sabía a ciencia cierta. ‘Un modo de escapar’: la frase se le impuso como un mantra iluminador en su espíritu, sin embargo sabía que no había nada de místico en ello, tal vez, un cambio de posición vital. Es lógico pensar que la mujer aguarda el amor a fin de que sirva como vía de realizarse, así el hombre persigue la muerte a modo de medición y enfrentamiento. Digamos, una cuestión de poder… ¿La mujer consagra su existencia al amor, digo el verdadero? El razonamiento le resultó caprichoso y lo dejó suspendido en su mente…
Quiso seguir escribiendo, se acercó a la ventana y el cielo era ahora, un libro de lectura magistral. Si sólo pudiera descifrarlo, dijo en un suspiro…
Era curioso el desdoblamiento: ¿creaba un ser novelado de sí mismo o era la realidad que se enfrentaba a ella gritándole su presencia? ¿Tendría que elegir entre la escritura o la vida como ya otros autores lo hiciesen? ¡Oh, el sumergirse en la escritura! Era la única cosa que le evitaba el pavor del sólo permanecer en una existencia insustancial…
Nació artista como se nace pájaro o lucero: ¿como advertírselo? Al señalarle su extraña profesión, -que era escritora-, él lanzó una sonrisa:
-¿Qué, escribes poemas en los rabos de tus clientes? ¿Dónde están tus libros?
- Sin haber creído escuchar bien: ¿qué clientes? le inquirió.
No hay diferencia entre el amor y la escritura: se da todo o se marcha uno para siempre. Le arrebatamos a la muerte un instante de dicha. La felicidad es posible mientras se intenta. Se renuncia a todo, se expulsa todo, enfermedad o herida abierta. El arte de la escritura: la verdad que se arroja se dispone en el papel sangrante. Se escribe con dolor, a veces con serenidad, pero eso no importa. Si no se escribe, se muere uno de glotonería…
Hablaba y sus pómulos se llenaban de un candido color durazno: El arte nace por los poros. He aquí el problema: siempre se está pariendo palabras…
Mas, él tenía razón, ¿dónde estaba el sentido? ¡Pequeño detalle, se le pasó, el sentido! Estaba todo afuera: en el aire, en el viento, en las aves. ¡Lo había dejado volar! No dejó que terminase, el joven moreno con cabeza de tocado turquesa que había conocido en Eilat, la interrumpió:
-No te esfuerces. Reconozco a los de tu especie. ¡Son todos locos! Conspiran contra el universo y le hieren. Este de por sí es bello. No se necesita que se le traduzca ni interprete: ¿Hay algo más perfecto que Alá? Le tomó con fuerza del brazo hacia el poniente, abrió la ventana del hotel Herodes de par en par y casi ofuscado, señaló el Mar Rojo:
-¿Has visto, has sentido el rugir del mar embravecido allá fuera? ¿Dime poeta, acaso existe algo más sublime que la tempestad?
Miró la imagen alucinada y cayó de rodillas conmovida. No tuvo fuerzas para decirle que dentro de ella alguien pedía que se le abriese la ventana. El silencio retumbó dentro de sí como en un atlántico olvidado. No sabía cuánto tiempo permaneció de rodillas, pero fue suficiente para que se diera cuenta que quizás estaba ante un dilema. Ella estaba allí, echándose una broma: jugando a ser la amante de un joven árabe. Había sobrevivido a muchas empresas vitales; su espíritu ¿seguiría intacto?... Pensó en la falacia de creerse eterna por el sofisma de que se trasciende en la escritura. ¿Acaso había descubierto alguna palabra fundamental? ¿Algún simple silogismo que valiera la pena? ¿Escribía por necesidad, vanidad o locura? No podía dejar de pensar, mientras braceaba en las aguas espumosas. El mar era tan infinito como los pensamientos, despiadado como el deseo...
Marcela Vanmak
El Griego Zorba
El griego Zorba
‘Luchamos porque nos gusta;
cantamos aunque no exista oído
que nos escuche’
Kazantzakis
Soberano soy lamiendo la tierra con mi risa,
en el paisaje de oráculos personales,
El Pireo me pertenece como una hembra
que embarco llegando al puerto de sus muslos,
en un amanecer lluvioso de espasmos.
Salpicaduras de olas que dibuja mi barca llamada libertad.
Emanación de cuerpos en infusión de una dicha que gotea,
en el aliento que empaña los cristales.
Peces aturdidos se confiesan en profundidades marinas.
Amaina la borrasca,
Ahora un lenguado satisfecho,
en la vidriera de sus ojos.
Un taberna nos cobija luego de fulgores del sexo,
Entre narguiles y café turco con aroma a cárcel
perpetua o vida de marino creador de fantasías.
Clamor de sirenas en el teatro griego.
Una onda tristeza se fija en él la vista, las redes están lanzadas, los barqueros llaman a la mar.
Se hunde en su pensamiento de sal perpetua, la partida inminente le estruje el cuerpo y el ánimo
Se le encabrita reconstruyendo el rostro de un amigo que le habita desde siempre;
el recuerdo de un puerto sin nombre y otra hembra y otra soledad.
Barco que se pregunta ¿hasta cuándo?...
…Y se interna en la mar como un viejo conocedor
del oficio de esparcir afición cuando se parte.
Eso, quizá el sentido final y la vida, sólo eso…
No más…
‘Luchamos porque nos gusta;
cantamos aunque no exista oído
que nos escuche’
Kazantzakis
Soberano soy lamiendo la tierra con mi risa,
en el paisaje de oráculos personales,
El Pireo me pertenece como una hembra
que embarco llegando al puerto de sus muslos,
en un amanecer lluvioso de espasmos.
Salpicaduras de olas que dibuja mi barca llamada libertad.
Emanación de cuerpos en infusión de una dicha que gotea,
en el aliento que empaña los cristales.
Peces aturdidos se confiesan en profundidades marinas.
Amaina la borrasca,
Ahora un lenguado satisfecho,
en la vidriera de sus ojos.
Un taberna nos cobija luego de fulgores del sexo,
Entre narguiles y café turco con aroma a cárcel
perpetua o vida de marino creador de fantasías.
Clamor de sirenas en el teatro griego.
Una onda tristeza se fija en él la vista, las redes están lanzadas, los barqueros llaman a la mar.
Se hunde en su pensamiento de sal perpetua, la partida inminente le estruje el cuerpo y el ánimo
Se le encabrita reconstruyendo el rostro de un amigo que le habita desde siempre;
el recuerdo de un puerto sin nombre y otra hembra y otra soledad.
Barco que se pregunta ¿hasta cuándo?...
…Y se interna en la mar como un viejo conocedor
del oficio de esparcir afición cuando se parte.
Eso, quizá el sentido final y la vida, sólo eso…
No más…
Colombus
Busca jadeante la yema de luna bajo sus naves genovesas
en la mirada de almíbar y sal de agua que le mecen
en la cáscara agobiada a preguntas.
Azules sus pupilas, el mundo un elefante que bufa
en elíptico suspiro,
se le parece su fortaleza en el llanto del cocodrilo.
Sostiene su pensamiento un consuelo de olor a tierra
poblada por féminas que debutan sexo de mancebos.
Quiebran el asombro de las inquisiciones que aderezan
al reino los futuros pecados de la carne sazonada
a libaciones de zánganos beodos.
Le galopan visiones de sirenas y piélagos en su corazonada
como vestidura desbordada de crucesy letras…
Se apresura el tiempo que le devora las alas de su herencia.
Regocíjase el hombre de polvo,
su espíritu es una lengua de brea que flamea compulsiva en la proa.
Los piojos y tábanos de cubierta hieren el mando
y toman las naves que se aproximan a los pechos de las nativas.
Colombus besa los labios de la isla que se abre en boca virgen
que le complace en la plegaria cumplida.
Busca jadeante la yema de luna bajo sus naves genovesas
en la mirada de almíbar y sal de agua que le mecen
en la cáscara agobiada a preguntas.
Azules sus pupilas, el mundo un elefante que bufa
en elíptico suspiro,
se le parece su fortaleza en el llanto del cocodrilo.
Sostiene su pensamiento un consuelo de olor a tierra
poblada por féminas que debutan sexo de mancebos.
Quiebran el asombro de las inquisiciones que aderezan
al reino los futuros pecados de la carne sazonada
a libaciones de zánganos beodos.
Le galopan visiones de sirenas y piélagos en su corazonada
como vestidura desbordada de crucesy letras…
Se apresura el tiempo que le devora las alas de su herencia.
Regocíjase el hombre de polvo,
su espíritu es una lengua de brea que flamea compulsiva en la proa.
Los piojos y tábanos de cubierta hieren el mando
y toman las naves que se aproximan a los pechos de las nativas.
Colombus besa los labios de la isla que se abre en boca virgen
que le complace en la plegaria cumplida.
Monday, June 18, 2007
Entrega
Entrega
Las ciudades caen en el horizonte
y luciérnagas amanecen encendidas de asombro.
Quema el murmullo los hilos de la calma,
inédito vendaval de roces en los grillos
derrumba la tristeza bocabajo.
Cabe un soplo de incienso en el vientre
endulzado del rostro de la tarde que elogia al aire
con gotas de perfección divina.
Insisten los aromas en desahogarse en lirios de quietud.
El tiempo sólo un gazapo sombrío que recapitula
en tenues candiles rituales de filigrana.
Me hiere la noche que ya me toma
como un amante furtivo a hurtadillas,
-me niego a su placer,-
sin embargo el intérvalo me acomete con premura
infinita de jinete de fuego haciéndome suya.
Sólo por instantes me galopa, satisface mi ego de hembra
humedece mi nombre; sacia la sed de mi carne
moja mi mandala su gota de vid profunda.
Estoy encinta: por fin, he de parir en relámpagos,
el gorgojo dorado de la dicha.
Marcela Vanmak
Las ciudades caen en el horizonte
y luciérnagas amanecen encendidas de asombro.
Quema el murmullo los hilos de la calma,
inédito vendaval de roces en los grillos
derrumba la tristeza bocabajo.
Cabe un soplo de incienso en el vientre
endulzado del rostro de la tarde que elogia al aire
con gotas de perfección divina.
Insisten los aromas en desahogarse en lirios de quietud.
El tiempo sólo un gazapo sombrío que recapitula
en tenues candiles rituales de filigrana.
Me hiere la noche que ya me toma
como un amante furtivo a hurtadillas,
-me niego a su placer,-
sin embargo el intérvalo me acomete con premura
infinita de jinete de fuego haciéndome suya.
Sólo por instantes me galopa, satisface mi ego de hembra
humedece mi nombre; sacia la sed de mi carne
moja mi mandala su gota de vid profunda.
Estoy encinta: por fin, he de parir en relámpagos,
el gorgojo dorado de la dicha.
Marcela Vanmak
Wednesday, May 30, 2007
Rapsodia de Risas
Rapsodia de risas
para el fracaso de la muerte.
El sol
se ha escondido detrás de la sangre abierta
para conjurar
el nacimiento del levante.
Atrás se aparcó el silencio, los nenúfares podridos de las ciénagas aterradas de moho, el tiempo de la duda y del fracaso, la maldición del héroe herido por el fuego.
Noches de insomnio
agazapadas en el miedo:
calimas
repoblando
la luz
de la soledad.
Días
en los que los intestinos cabalgaban
como trenes sin rumbo,
tardes grises
a la espera de soliloquios vacíos.
Y todo se abrió en el resplandor de la herida: la luz se expandió entre los músculos caracoleando risas y suspiros.
Y vino el dolor del amor renovado en futuros, de los ojos brillando besos, de las manos entrelazando promesas ahora ya no desleídas o vanas, de los ecos repicando futuros.
Una gazania
sonrió, coqueta y soñadora,
en el corazón dolido de la náusea
recuperando caminos.
(Al otro lado, en el territorio donde el pasado se hacía tumba, las risas no pudieron con las lágrimas y el dolor se convirtió en cadáver de ausencias, en soledades amortajadas por el tiempo)
Luis E. Prieto
Mayo-07
para el fracaso de la muerte.
El sol
se ha escondido detrás de la sangre abierta
para conjurar
el nacimiento del levante.
Atrás se aparcó el silencio, los nenúfares podridos de las ciénagas aterradas de moho, el tiempo de la duda y del fracaso, la maldición del héroe herido por el fuego.
Noches de insomnio
agazapadas en el miedo:
calimas
repoblando
la luz
de la soledad.
Días
en los que los intestinos cabalgaban
como trenes sin rumbo,
tardes grises
a la espera de soliloquios vacíos.
Y todo se abrió en el resplandor de la herida: la luz se expandió entre los músculos caracoleando risas y suspiros.
Y vino el dolor del amor renovado en futuros, de los ojos brillando besos, de las manos entrelazando promesas ahora ya no desleídas o vanas, de los ecos repicando futuros.
Una gazania
sonrió, coqueta y soñadora,
en el corazón dolido de la náusea
recuperando caminos.
(Al otro lado, en el territorio donde el pasado se hacía tumba, las risas no pudieron con las lágrimas y el dolor se convirtió en cadáver de ausencias, en soledades amortajadas por el tiempo)
Luis E. Prieto
Mayo-07
Hermano, de Asis
Hermano, de Asís
A lo largo del camino, en el hilo que dejan
los bueyes de mis lágrimas,
mi boca ha sonreído en mueca de contento
al observar las amapolas.
Me he acercado a Dios más cerca de lo posible
y al infierno más de lo tolerable;
he conversado con pájaros alucinados.
Abierto todas las puertas y cerrado algunas;
en bordes de coníferas bosques temerarios
me llevaron por laberintos de confusión y pena.
Signos que tomaron mi cuerpo como arcos
al lanzar flechas en heridas dolorosas de espanto y angustias.
Perdí mi nombre durante la noche y recuperé
las tardes a los bordes del río.
Se me llenaron los ojos de ternura al oler almendros en flor.
Compuse cantos de agua, versos de fangos nombrando al hombre.
Hundí mi cuchillo en el pecado, venciendo al hambre y la sed.
Comí sólo el verso en la inspiración bendita.
De mis labios manó agua purísima y fuego candente.
Bailé las primaveras en la campiña en comunión con las cigarras.
Con quienes resucitó la fe encendida
en los pies descalzos y rebeldes;
las manos en cuencos divinos de entrega
al arrojo de los hombres necios de maravillas.
Estoy en Paz porque bailo con la cuerda que me azota
la carne que se desploma a pedazos
en astros violetas de sangre consagrada.
A lo largo del camino, en el hilo que dejan
los bueyes de mis lágrimas,
mi boca ha sonreído en mueca de contento
al observar las amapolas.
Me he acercado a Dios más cerca de lo posible
y al infierno más de lo tolerable;
he conversado con pájaros alucinados.
Abierto todas las puertas y cerrado algunas;
en bordes de coníferas bosques temerarios
me llevaron por laberintos de confusión y pena.
Signos que tomaron mi cuerpo como arcos
al lanzar flechas en heridas dolorosas de espanto y angustias.
Perdí mi nombre durante la noche y recuperé
las tardes a los bordes del río.
Se me llenaron los ojos de ternura al oler almendros en flor.
Compuse cantos de agua, versos de fangos nombrando al hombre.
Hundí mi cuchillo en el pecado, venciendo al hambre y la sed.
Comí sólo el verso en la inspiración bendita.
De mis labios manó agua purísima y fuego candente.
Bailé las primaveras en la campiña en comunión con las cigarras.
Con quienes resucitó la fe encendida
en los pies descalzos y rebeldes;
las manos en cuencos divinos de entrega
al arrojo de los hombres necios de maravillas.
Estoy en Paz porque bailo con la cuerda que me azota
la carne que se desploma a pedazos
en astros violetas de sangre consagrada.
Marcos en Alejandria
Marcos en Alejandría
Viento liminar a "Marcos en Alejandría":
Más acá de las conjeturas acerca de si su casa fue aquella donde los apóstoles recibieron al Espíritu bajo lenguas de fuego, o de si su cuerpo conoció en los primeros años las costumbres del ocio, pienso en un San Marcos -anciano de los días- conversando con un San Marcos que, por momentos, cree transfigurarse en el Cristo.
Los esplendores y la furia de la memoria, esa madre incestuosa de los hombres, vuelven una y otra vez como llagas. El discípulo de discípulos, el autor del primero de los evangelios sinópticos, el que llega a cortarse alguno de sus dedos para romper definitivamente con la antigua religión (de allí el epíteto de "mutilado"), el valeroso viajero por las muchedumbres que puede contener la soledad, se compara a sí mismo con un hijo del caído.
Imaginé para él, trasvasado desde la niñez por el fuego, una muerte a través del fuego. ¿Pero no es el Espíritu un rabioso fuego que consume?
Llego desde la lluvia del regocijo al mundo de traidores.
Duele mi herida de Caín
aun cuando entrego mi casa, mi manto blasfemado
y el pan que estaba en el principio.
¿Cómo lamer en los contornos del cielo de su sangre?
¿Por qué la travesía?
¿En qué ápice vertiginoso
unirás por fin las soledades que han sido y serán
como hierba sacrificada al viento?
Nada heredamos de este lado.
No te acuestes
ni te goces siquiera por la herida.
Velarás sobre la incertidumbre que falsea
al coronado de lastimaduras.
De suavísima semilla cavas temblor
para transfigurarte de nuevo.
¿Acaso no pronunciaste en plena oscuridad
el sembrador es el que siembra la palabra?
Viviente, séoslo.
El martillo duele puñal de éxtasis.
Mutilado y león, séanlo.
Dije la sombra de las palabras del Reino,
porque una boca humana sólo puede decir sombras.
Bebí la maravilla, bebí el horror.
El espíritu me impulsó al desierto
y comí de langostas y mieles blanquísimas,
clamando a viva voz por su presencia.
¡El descarnado golpea en la renuncia!
¡Quema!
Ahora espero la profanación de esta piel
-inmunda superficie, cárcel saqueada-
como el gadareno llamado Legión
porque era muchos.
Las barcas pasan de una orilla a la otra.
El sacrificio es la ley.
Sube el olor a carne quemada.
Que sople la piedad entre los cuervos.
Manuel Lozano
Viento liminar a "Marcos en Alejandría":
Más acá de las conjeturas acerca de si su casa fue aquella donde los apóstoles recibieron al Espíritu bajo lenguas de fuego, o de si su cuerpo conoció en los primeros años las costumbres del ocio, pienso en un San Marcos -anciano de los días- conversando con un San Marcos que, por momentos, cree transfigurarse en el Cristo.
Los esplendores y la furia de la memoria, esa madre incestuosa de los hombres, vuelven una y otra vez como llagas. El discípulo de discípulos, el autor del primero de los evangelios sinópticos, el que llega a cortarse alguno de sus dedos para romper definitivamente con la antigua religión (de allí el epíteto de "mutilado"), el valeroso viajero por las muchedumbres que puede contener la soledad, se compara a sí mismo con un hijo del caído.
Imaginé para él, trasvasado desde la niñez por el fuego, una muerte a través del fuego. ¿Pero no es el Espíritu un rabioso fuego que consume?
Llego desde la lluvia del regocijo al mundo de traidores.
Duele mi herida de Caín
aun cuando entrego mi casa, mi manto blasfemado
y el pan que estaba en el principio.
¿Cómo lamer en los contornos del cielo de su sangre?
¿Por qué la travesía?
¿En qué ápice vertiginoso
unirás por fin las soledades que han sido y serán
como hierba sacrificada al viento?
Nada heredamos de este lado.
No te acuestes
ni te goces siquiera por la herida.
Velarás sobre la incertidumbre que falsea
al coronado de lastimaduras.
De suavísima semilla cavas temblor
para transfigurarte de nuevo.
¿Acaso no pronunciaste en plena oscuridad
el sembrador es el que siembra la palabra?
Viviente, séoslo.
El martillo duele puñal de éxtasis.
Mutilado y león, séanlo.
Dije la sombra de las palabras del Reino,
porque una boca humana sólo puede decir sombras.
Bebí la maravilla, bebí el horror.
El espíritu me impulsó al desierto
y comí de langostas y mieles blanquísimas,
clamando a viva voz por su presencia.
¡El descarnado golpea en la renuncia!
¡Quema!
Ahora espero la profanación de esta piel
-inmunda superficie, cárcel saqueada-
como el gadareno llamado Legión
porque era muchos.
Las barcas pasan de una orilla a la otra.
El sacrificio es la ley.
Sube el olor a carne quemada.
Que sople la piedad entre los cuervos.
Manuel Lozano
Magdalena
Magdalena
Bendecidme, oh luz que se filtra
por la ventana de mi túnel.
(Va la Magdalena que buscara
su cristo en el amor a la carne).
Vientre de blasfemias entre las manos de Pilatos
y ladrones de laureles.
Quién se acostó en mi cama derramando su encendida violencia
en la expiación de las mortajas de amores muertos como esperanza.
Apiádate del desasosiego de mi destino trágico
que me aniquila lentamente en lengüetas
desbordadas de baba como palomas.
El caos de mis sábanas devela adentrarse
en el cosmos que cae,
en la fruta madura de vicios rasgados
por complacientes sombras.
Si pudieras responderme,
la oscuridad no me seguiría por laberintos
de sueños en el esplendor de la noche bullente de céfiros.
He bebido del insípido sabor de los tentáculos
que me señalaban como la ramera de los maderos
y los apóstoles de los guijarros.
El caldero siempre estuvo encendido en el trepanar de los fuegos.
Murmullos de voces sin rostros.
El cerrar de una puerta; sedas entre monedas falsas.
La mordedura de la serpiente,
amañarse como se puede en la vida que oscila.
Mi garganta entre los ojos del cuervo,
el rostro del juicio final acecha.
Mi cuerpo incendiado que aúlla,
dejo de pensar y me entrego al vicio que purifica.
Detrás de la puerta hay una fila de varones o sanguijuelas sedientas.
Esperan a la Magdalena de los espasmos...
La santa del sexo que bautiza con la ternura
de sus besos en un perdón atávico de placeres inconfesos.
Bendecidme, oh luz que se filtra
por la ventana de mi túnel.
(Va la Magdalena que buscara
su cristo en el amor a la carne).
Vientre de blasfemias entre las manos de Pilatos
y ladrones de laureles.
Quién se acostó en mi cama derramando su encendida violencia
en la expiación de las mortajas de amores muertos como esperanza.
Apiádate del desasosiego de mi destino trágico
que me aniquila lentamente en lengüetas
desbordadas de baba como palomas.
El caos de mis sábanas devela adentrarse
en el cosmos que cae,
en la fruta madura de vicios rasgados
por complacientes sombras.
Si pudieras responderme,
la oscuridad no me seguiría por laberintos
de sueños en el esplendor de la noche bullente de céfiros.
He bebido del insípido sabor de los tentáculos
que me señalaban como la ramera de los maderos
y los apóstoles de los guijarros.
El caldero siempre estuvo encendido en el trepanar de los fuegos.
Murmullos de voces sin rostros.
El cerrar de una puerta; sedas entre monedas falsas.
La mordedura de la serpiente,
amañarse como se puede en la vida que oscila.
Mi garganta entre los ojos del cuervo,
el rostro del juicio final acecha.
Mi cuerpo incendiado que aúlla,
dejo de pensar y me entrego al vicio que purifica.
Detrás de la puerta hay una fila de varones o sanguijuelas sedientas.
Esperan a la Magdalena de los espasmos...
La santa del sexo que bautiza con la ternura
de sus besos en un perdón atávico de placeres inconfesos.
Cain y Abel
Caín y Abel
Porque creen llamarse Abel y no Caín;
nacidos del mismo padre.
Escarabajo amargo el rencor
con denuedo mastica entusiasta,
golosina frotada por eternas lengüetas envilecidas
en la imprecación al calor de lámpara de acetileno.
¿Qué condena al ardor de los ímpetus huérfanos
de abrazosentre impíos fraternos?
Madre Eva que pariese frutos que desangran
como cuchillos en tierra vacía de recompensas.
Fuerza de cuerpos en la emboscada de las arcillas.
Se deshacen sin decir: ‘Hermano, te acepto’.
Entra, mi casa es tu casa.
Silente el corazón,
Piensa que es Abel y no Caín.
Se alargan los días, voy al desierto.
Y los tanques y las katiushas se aman
en un odio de cortaplumas,
entre grullas infames y palomas sin vida.
Porque creen llamarse Abel y no Caín;
nacidos del mismo padre.
Escarabajo amargo el rencor
con denuedo mastica entusiasta,
golosina frotada por eternas lengüetas envilecidas
en la imprecación al calor de lámpara de acetileno.
¿Qué condena al ardor de los ímpetus huérfanos
de abrazosentre impíos fraternos?
Madre Eva que pariese frutos que desangran
como cuchillos en tierra vacía de recompensas.
Fuerza de cuerpos en la emboscada de las arcillas.
Se deshacen sin decir: ‘Hermano, te acepto’.
Entra, mi casa es tu casa.
Silente el corazón,
Piensa que es Abel y no Caín.
Se alargan los días, voy al desierto.
Y los tanques y las katiushas se aman
en un odio de cortaplumas,
entre grullas infames y palomas sin vida.
Un Edén para el pánico
Las respuestas llovieron tarde, demasiado tarde
para blasfemar la condena del gorrión herido.
Una mota de polvo arrojada mar,
el ruido de un beso de mortajas tendidas.
Acerco las migajas del arrepentimiento
que se hacen arenas y se hunden tras pisadas…
Seré juzgado porque no necesité un salvador
para mis besos de Judas.
Ni escuche el Sermón de la montaña.
Ni dije siete veces siete.
Mas, camino con la revelación a cuestas.
Y resucito en un bautismo de amores a la criatura.
Mi cabeza en la bandeja de la bella doncella
sangre como un Jordán;
yo soy mi profeta.
Debo vestirme e ir al Templo que me enlaza
con la tierra que me sostiene
en un hacha de caninas prestezas.
Las respuestas llovieron tarde, demasiado tarde
para blasfemar la condena del gorrión herido.
Una mota de polvo arrojada mar,
el ruido de un beso de mortajas tendidas.
Acerco las migajas del arrepentimiento
que se hacen arenas y se hunden tras pisadas…
Seré juzgado porque no necesité un salvador
para mis besos de Judas.
Ni escuche el Sermón de la montaña.
Ni dije siete veces siete.
Mas, camino con la revelación a cuestas.
Y resucito en un bautismo de amores a la criatura.
Mi cabeza en la bandeja de la bella doncella
sangre como un Jordán;
yo soy mi profeta.
Debo vestirme e ir al Templo que me enlaza
con la tierra que me sostiene
en un hacha de caninas prestezas.
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